Los últimos golpes de estado que han sacudido
el continente (en Mali y en Guinea-Bissau) han puesto de manifiesto una falta absoluta de auténticos líderes políticos
en África. Resulta llamativo y hasta grotesco que los presidentes mediadores en
estos conflictos llegaron ellos mismos al poder a través de una acción similar.
¿Se imaginan la típica solución que ofrecen estos golpistas convertidos en
mediadores de golpes de estado? Que se comparta el poder, que haya un gobierno
de unidad nacional… Casi nunca propugnan la vuelta al estatus quo anterior.
Llama poderosamente la atención el caso del
presidente Blaise Compaoré de Burkina Faso, mediador en casi todas las crisis
que han afectado África subsahariana desde los años 90. Ha sido mediador en
Costa de Marfil, Togo, Centroáfrica, Níger, Mali, Guinea…
El paso del tiempo y las sucesivas
elecciones, amañadas, organizadas por él mismo desde hace cerca de un cuarto de
siglo en Burkina Faso nos hacen perder de vista que este señor llegó al poder a
través de un sangriento golpe de estado contra su, hasta entonces, amigo y
compañero de armas Thomas Sankanra, en octubre de 1987.
Este hombre, brazo derecho de Francia en la
región hasta la llegada de Hollande, ha sido implicado en varios asuntos
turbios en países vecinos, concretamente en las guerras que asolaron Liberia y
Sierra Leona de las que acaba de ser
condenado su pupilo Charles Taylor, a 50
años de cárcel. Hay estudios que así lo demuestran, a pesar de que se intente
presentárnosle como hombre de paz, e incluso propuesto por algunas
organizaciones a premio Nobel.
Otro ejemplo de extravagancia y de carencia
de verdaderos líderes en África fue el de Gadafi (padrino de Compaoré, que le ofreció reiteradamente asilo en
Burkina Faso durante la guerra de Libia). El hasta hace bien poco Guía de la revolución libia se
consideraba también el jefe absoluto del continente. Mouamar Gadafi no cesaba
de multiplicar actos para presentarse como el líder de África. Gracias a sus
petrodólares, compró la adhesión de casi todos los presidentes africanos, a los
que apoyaba generosamente. Se autoproclamó “rey de los reyes tradicionales
africanos”.
La Unión Africana, esa especie de club de los
dictadores, era de hecho un coto privado del iluminado libio. Fue uno de los
artífices de la transformación de la “Organización de la Unidad Africana” a la
actual Unión Africana. Invitó a todos los presidentes a una cumbre en su ciudad
natal, Sirte, para enterrar simbólicamente la OUA y crear la UA el 09-09-1999.
Su ambición era la creación de unos Estados Unidos de África, al estilo federal
americano, con él como líder absoluto. ¡Quien no se acuerda de su “safari” por
toda África, con 400 escoltas, 4 aviones, 60 coches blindados y un arsenal
entero para promocionarse! El grupo llevó también un buque que le seguía con
provisiones.
Como la inmensa mayoría de sus compadres
africanos, Gadafi también llegó al poder a través de un golpe de fuerza: lideró
la Revolución del 1 de septiembre en 1969 que derrocó al rey Idris I de Libia,
sustituyendo el Reino de Libia por la República Árabe Libia.
Todos estos hechos vienen a confirmar nuestra
tesis de que a África le faltan líderes de verdad. Si antes era Gadafi y ahora toca el
turno a Compaoré, para no mencionar a Obiang, Mbiya, Museveni, Deby o Mugabe. Sinceramente
el continente tiene un verdadero problema de liderazgo.
No hay que perder de vista que tanto en el
ámbito privado como en la esfera pública, el capital humano es un factor clave
para el éxito. El éxito de cualquier país reside en la calidad de sus hombres y
mujeres, y muy especialmente la calidad de aquellos que tienen la noble misión de
dirigirlo. Los dirigentes han de gestionar con inteligencia y habilidad los
recursos del país, y en cada momento buscar lo mejor para su pueblo.
¿Qué encontramos en África? Generalmente unos dirigentes, para no hablar de una panda, al servicio de intereses personales o de una oligarquía, con un absoluto desprecio hacia el pueblo, al que roban todos los recursos que le pertenecen. Lo que genera el mal endémico que corroe las estructuras mismas de los Estados africanos: la corrupción y el chanchullo para poder sobrevivir.
¿Qué encontramos en África? Generalmente unos dirigentes, para no hablar de una panda, al servicio de intereses personales o de una oligarquía, con un absoluto desprecio hacia el pueblo, al que roban todos los recursos que le pertenecen. Lo que genera el mal endémico que corroe las estructuras mismas de los Estados africanos: la corrupción y el chanchullo para poder sobrevivir.
Hoy, África es huérfana de auténticos
líderes. El panorama es desolador. Si sometiéramos a todos los dirigentes
políticos africanos a un test de liderazgo, de dirección o de simple gestión, los
aprobados se contarían con los dedos de una mano. Esto explica también porqué
el continente está dónde está en cuanto a desarrollo, democracia y derechos
humanos.
No sólo África tiene déficit de liderazgo. En practicamente todo el mundo hay una crisis de liderazgo importante debido a la mayor difusión de la información y el incremento de medios de comunicación incontrolables. Para recordar liderazgos prominentes en África hay que remontarse a nombres de décadas remotas como Jomo Kenyatta, Ahmed Ben Bella, Nasser o Nelson Mandela. Pero en la actualidad los verdaderos liderazgos africanos se encuentran en la sociedad civil, en los pequeños liderazgos sociales que mejoran día a día las carencias socioeconómicas, que tejen redes de solidaridad, que crean empresas con su iniciativa a pesar de las trabas... Es el común denominador de la época en que vivimos, la época de los pequeños héroes anónimos.
ResponderEliminarDesde luego coincido con su apreciación sobre el papel cada vez más importante que tienen tanto la sociedad civil como las redes sociales. Sin embargo, sigo pensando que, a pesar de esa aseveración, cualquier grupo humano o Estado necesita representantes solventes que le oriente o, al menos, coordinen a los distintos actores sociales. Si no, la convivencia sería todo menos armoniosa.
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