En los días previos al cónclave
que elegiría al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como Sumo Pontífice de
la Iglesia Católica, no pocos medios especularon con la posibilidad de que
algún prelado africano pudiese acceder a la silla de San Pedro. Se citó
reiteradamente el nombre del cardenal Peter Tuckson, de Ghana, y también el de
Robert Sarah, de Guinea. Tampoco faltaron medios que afirmaran que quizás había
llegado la hora de África para la Iglesia romana.
Sea como fuere, lo cierto es
que África es el continente dónde más rápidamente ha crecido el número de
católicos en los últimos tiempos. Y Juan Pablo II se dio cuenta de ello y reservó a África cerca de la mitad de sus viajes apostólicos fuera de Italia. En
efecto, cuando Carlos Wojtyla llega al papado, África contaba con unos 50
millones de católicos apenas. Hoy, tres décadas después, hay cerca de 200
millones de feligreses.
Si bien se está dando una explosión del cristianismo en los últimos tiempos, lo cierto es que el
mensaje de Cristo llegó a África de la mano del apóstol san Marcos; y que en el
norte del continente floreció una iglesia muy dinámica con grandes figuras de
la antigüedad cristiana como Santa Perpetua, Santa Felicidad o San Agustín. Y,
a pesar de la acción posterior del Islam que de alguna forma establecería un
cinturón entre la Europa cristiana y África subsahariana, hoy todavía en Etiopía
subsisten los ecos de aquella primera evangelización en la Iglesia Copta de ese
país, que atribuye su fundación a San Felipe, el evangelista.
Habría que esperar, no obstante,
a la Edad Contemporánea para ver la penetración efectiva del cristianismo en
África como parte de una estrategia de colonización. En el siglo XIX, en efecto, las
grandes potencias occidentales, especialmente Francia y Bélgica, confiaron a las
órdenes religiosas la misión de “educar moralmente” a la población local, luchar
contra las creencias indígenas y contrarrestar la propagación del Islam que se infiltraba a
través de las caravanas de esclavos. Con esa encomienda a los misioneros, los colonos tenían controlado al "rebaño" y podían dedicarse tranquilamente a su “acción civilizadora”.
Más de un siglo después de
aquella entrada “circunstancial”, la Iglesia se encuentra hoy muy asentada en
África subsahariana. El anuario de la Iglesia Católica de 2010 hablan de 173
millones de católicos; 407.250 catequistas; 63.731 religiosas; 35.611
sacerdotes; 669 obispos. A través de la “inculturación”, los responsables de la
Iglesia en África están intentado, “dentro de la ortodoxia”, hermanar la fe
cristiana con aquellos elementos de la cultura africana que no estén en contra
de la doctrina católica. De ahí que las celebraciones religiosas sean
auténticas fiestas acordes con la cultura africana.
La Iglesia, por otra parte,
está llevando a cabo una gran labor social a través de su enorme red de
escuelas, hospitales, centros de asistencia social. Pero también ha de librar
una feroz batalla, en un entorno complicado de corrupción política, contra la
amenaza del Islam y de los movimientos pentecostales y evangélicos.
Hay que recordar que uno de cada
tres africanos se declara musulmán. La convivencia pacífica y armoniosa de
antaño entre esa orientación religiosa y las demás ya no pasa por su mejor
momento debido al yihadismo radical que cada vez golpea varios países del Sahel
que lindan con África negra. Por otra parte, los llamados movimientos pentecostales
o sectas cristianas, favorecidos en muchos países por los políticos para
debilitar a la Iglesia católica muy combativa contra la corrupción y la pobreza,
están ganando poco a poco espacio público.
Para poder seguir influyendo en
África, la Iglesia debería continuar con su obra social y optar definitivamente
por los pobres, como desde Roma lo está pidiendo el nuevo Pontífice. Además,
los teólogos africanos deberían aprender de sus colegas sudamericanos, que en
su momento pusieron en marcha la Teología de la Liberación, y armar un
discurso teológico africano que tome muy en cuenta las características locales para
hacer frente tanto a los desafíos de la sociedad como a los de otros grupos
religiosos; sin olvidar, desde luego, vivir auténticamente su fe cristiana. Sólo así podría sonar, en algún cónclave, la hora de África.-
Gracias por tan rico e interesante análisis. Se vienen nuevos tiempos, los pueblos ignorados mal llamados tercermundistas están haciendo oir su voz y su fuerza, seguramente después del Papa latinoamericano vendrá el tan esperado representante de África.
ResponderEliminarUn abrazo desde Mendoza, Argentina.
Desde luego. La elección de Francisco es una bocanada de aire fresco para la Iglesia y una confirmación de su universalidad. Gracias y un saludo.-
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