La mayoría de dirigentes africanos ignoran todavía la
importancia de los impuestos en el desarrollo de los pueblos y hacen depender totalmente los
presupuestos de sus respectivos países de los recursos naturales cuyos precios están ligados a la volatilidad de los mercados internacionales. Parece
que no se han enterado de que la independencia de las economías de sus naciones pasa ineludiblemente por un sistema fiscal fuerte y transparente que
garantice al Estado unos ingresos estables que no dependan excesivamente de
los caprichos del flujo de los capitales internacionales y del precio de las
materias primas.
La movilización de los recursos nacionales para financiar un desarrollo autónomo y duradero se revela imprescindible. Y ello pasa por una revisión a fondo de la recaudación de impuestos tanto a particulares como a empresas y a multinacionales para que el Estado disponga de recursos suficientes que le permitan atender con cierta garantía las necesidades de la población, como se hace en otros continentes. Un capítulo aparte sería el de la gestión...
Es verdad, en cuanto a impuestos
a particulares, que una parte importante de la población africana vive con
menos de un dólar al día; pero no es menos verdad que poco a poco se está
alumbrando una clase media en África a la que se podría pedir una participación
activa en la construcción de sus respectivos países. Y, desde luego, pagaría
mucho más la oligarquía presente en todos los países de la región. Además, esa
participación fiscal daría más autoridad a la población a la hora de exigir mejoras a
los gobernantes y le haría sentir como propio lo público. Hasta la fecha, los ciudadanos
africanos, en muchos casos, han sido reducidos a meros espectadores de la cosa
pública y los dirigentes gestionan a su antojo los recursos naturales “porque
no son de nadie” y pertenecen a la pandilla de turno que acceda al gobierno.
Con ingresos, en parte, procedentes del trabajo de los ciudadanos a lo mejor se
cortarían un poco a la hora de robar y malgastar.
Es contrastable, por otra parte, que la mayoría de las empresas locales africanas no suelen pagar impuestos porque pertenecen al sector de lo “informal”; y cuando lo hacen, lo recaudado va directamente a los bolsillos de los empleados públicos, mal pagados y que viven de esa “corrupción”. La infinidad de pequeñas tasas que se pagan aquí y allá cuando uno pisa suelo africano sirven de “botín” para esos funcionarios de “medio pelo” que no participan del saqueo de los recursos naturales. Así, los llamados “comerciantes” llevan a cabo sus negocios al margen de una auténtica fiscalidad. Las pocas empresas legalmente establecidas y sus trabajadores son los que oficialmente cargan con los ínfimos impuestos que se recaudan en muchos países, que nadie sabe dónde acaban. Sería, por tanto, recomendable que se pusiera en marcha auténtico sistema impositivo a este sector fundamental de la actividad económica de las naciones; impuestos que, bien gestionados, redundarían favorablemente en su actividad.
En cuanto a las
multinacionales se refiere, se da la gran paradoja de que la mayoría de los
Estados africanos invierten ingentes sumas de dinero de sus presupuestos
anuales en pagar la deuda externa, mientras que grandes compañías extranjeras
sacan dinero de esas naciones gracias a exoneraciones impositivas o a través de
evasiones. A las empresas multinacionales no se les aplican impuestos adecuados
debido a la falta de capacidad de las autoridades africanas para adoptar
sistemas fiscales apropiados y a la corrupción reinante en las altas esferas de las Administraciones. Los reiterados informes de Global Financial Integrity
señalan que sale de África, vía evasión fiscal, el doble de dinero del que llega al
continente en forma de Ayuda Oficial al Desarrollo. A través de una especie de
“puerta giratoria”, el dinero entra
en África en forma de préstamo externo y sale inmediatamente del continente
hacia paraísos fiscales como fuga de capitales, con frecuencia para ser
depositado en cuentas privadas en los mismos bancos de los que salió
inicialmente el préstamo.
Habría que encontrar las razones del poco interés por un sistema impositivo efectivo mostrado, hasta la fecha, por los gobiernos africanos en el temor a que, por una parte, la participación fiscal de la población
llevase a esta última a exigir rendición de cuentas a sus dirigentes; y,
por otra parte, a que una lucha efectiva
contra la fuga de capitales dejase a muchos líderes corruptos sin su botín.
A todas luces, hace falta una
reconsideración y una resignificación de la política fiscal en África ya que la historia demuestra que
ningún país sale de la pobreza a través de la asistencia exterior. La movilización
de recursos propios es conditio sine qua non para una verdadera independencia económica.-
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