martes, 30 de septiembre de 2014

De la gestión a la prevención real de los conflictos armados en África

Mucho se ha dicho y escrito sobre la necesidad de trabajar para prevenir  los conflictos. Es bien sabido que la mismísima Organización de las Naciones Unidas (ONU) se creó en 1945 con el propósito de “mantener la paz y la seguridad internacionales mediante la prevención o la supresión de las amenazas de la paz”. Esta organización ha puesto en marcha innumerables grupos de trabajo especiales sobre la prevención y la solución de conflictos en África. Sin embargo, los conflictos armados van en aumento en el continente: cuántos más grupos de prevención se crean más conflictos surgen.

La gestión de un conflicto ya estallado es mucho más costosa en todos los aspectos que la prevención. Si se hubiese prevenido con eficacia, por ejemplo, el conflicto ruandés que desembocó en el enfrentamiento hutus-tutsis, con total seguridad, hoy estaríamos en un escenario muy distinto en cuanto a vidas humanas se refiere; no solamente se hubiera salvado muchas vidas en aquel país sino en toda la región, y muy especialmente en la República democrática del Congo dónde han muerto más de cinco millones de personas. Por otra parte, las secuelas dejadas por este conflicto, estallado hace veinte años, son profundas y siguen marcando la vida de la población de la región y lo continuarán haciendo en los próximos decenios.

Al margen del duro balance en cuanto a pérdida de vidas humanas se refiere, y relaciones rotas entre familias, grupos étnicos y países que dejan los conflictos, gestionarlos después resultan muy costos. Gestionar, por ejemplo, la frágil paz en la región de Kivu en el este de la República Democrática del Congo, fronteriza con Ruanda, a través de la MONUSCO (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo), le cuesta anualmente a la ONU más de 1.300 millones de dólares; la Operación Híbrida de la Unión Africana y las Naciones Unidas en Darfur (MINUAD) supone más de 600 millones al año; la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA) se eleva a más de 500 millones anuales; la MINUSCA, Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana cuesta más de 200 millones de dólares cada ejercicio… Estos son sólo algunos ejemplos en África. No olvidemos, tampoco, que la ONU tiene desplegadas en otros continentes varias misiones llamadas de paz.

Desde luego si los mecanismos de prevención, puestos en marcha por distintos organismos y en diferentes épocas, funcionaran de verdad se evitaría el estallido de muchos conflictos y con la consiguiente factura, y probablemente se destinaría la ingente cantidad de recursos que se usan para gestionarlos a otros fines. Para ello hace falta, en primer lugar, una voluntad política de la comunidad internacional. Sería reiterativo decir que esta comunidad siempre acude a la llamada de socorro casi siempre tarde y mal. De ahí que su papel sea el de gestor de conflictos.

En segundo lugar, todos los actores implicados en la prevención de los conflictos deberían trabajar juntos y elaborar estrategias comunes. ¡Cuántas veces hemos visto estrategias antagónicas frente a los mismos problemas entre los mediadores de los conflictos! Antagonismos movidos por intereses de las potencias que están detrás de esos mediadores.

La formación de los mediadores es fundamental ya que el factor humano es esencial en prevención de los conflictos.  Hay que lamentar que muchos consultores que se desplazan al terreno, especialmente en África, no tengan el conocimiento previo suficiente del lugar de su intervención. Y en vez de mediar suelen, incluso inconscientemente, provocar que el conflicto vaya a más por su incompetencia y los prejuicios acumulados.

Y, finalmente, debería haber en cada país sistemas o mecanismos de prevención de conflictos. Educar a los líderes de las comunidades locales a la negociación, a optar siempre por el diálogo y en contra de la violencia. Aunque por naturaleza los seres humanos suelen tender a la cooperación, no sería de más iniciar a los dirigentes de las comunidades africanas a las técnicas de la negociación. 

Ya que la acción preventiva hoy es una semilla para un mundo más pacífico mañana. 


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