En los años sesenta del pasado
siglo, hace ya más de cincuenta años, la mayoría de los Estados africanos
accedieron a la independencia y pasaron a engrosar la lista de países soberanos
sin apenas una transición. La sensación de relax, para no decir caos, instalada
en la sociedad desde entonces parece durar demasiado. Debido al hartazgo, y
también al cansancio, cada vez más los africanos
se preguntan cuándo tocará la campana que ponga fin a este recreo...
África vivió con tensión, frustración y rabia contenidas los largos siglos de esclavitud y colonización bajo la dominación extranjera. Una vez alcanzada la independencia, y debido a la falta de grandes estadistas para tomar el relevo de los colonos y actuar de auténticos guías para sus nuevas naciones, esas frustraciones, tensiones y rabias degeneraron en el caos posterior. De pronto, los nuevos dirigentes se convirtieron en “nuevos colonos” con el apoyo de los anteriores (neocolonialismo); y la libertad recobrada se convirtió en libertinaje. Resultado: golpes de estado, guerras intra y extra-étnicas, corrupción y desorden en todos los ámbito.
Al recorrer hoy las calles de las
metrópolis africanas y palpar las grandes desigualdades, a uno no le queda más remedio que preguntarse hasta
cuándo ha de perdurar la presencia en cada rincón del hambre, la enfermedad y
la muerte, al mismo tiempo que se contempla la opulencia de unos pocos que se
aprovechan de los inmensos recursos de los que dispone el continente.
Hay que insistir y denunciarlo
una y mil veces que esta situación la consienten y estimulan las grandes multinacionales y
los gobiernos occidentales, que consideran este status quo como propicio para sus intereses y, así, seguir sacando
provecho de los recursos naturales del continente. No les importan la suerte de
los africanos. Los africanos actuales, supuestamente libres e independientes,
les importan mucho menos que los esclavos de los siglos pasados.
Los dirigentes africanos no son
más que simples marionetas en manos de estos poderosos a los que deben su
permanencia en el poder a cambio del saqueo de sus propios países. ¿Qué serían,
por ejemplo, de los presidentes Blaise Campaoré (Burkina Faso), Mahamadou Issoufu (Níger),
Denis Sassou-Nguesso (Congo-Brazzaville),
Faure Gnassingbé (Togo) y otros líderes africanos de países francófonos
sin el apoyo de Francia y sus multinacionales, como Total o Areva?
Y lo peor de todo es la
alienación mental de la mayoría de esos gobernantes africanos que creen que
están en el poder por voluntad de sus paisanos, a través de pseudo procesos
electorales. ¡Cuántas “Comisiones Electorales Nacionales Independientes” en el
continente! Cada país tiene una. Sin embargo,
casi ninguna se libra de amaños electorales. Siempre ganan las elecciones los ungidos por
las potencias extranjeras.
Así, pues, el recreo en África lo
decretó Occidente cuando salió del continente como un maestro que sale de clase
sin dejar un sustituto o un delegado que mantenga el orden. Eso ocurrió con
unas independencias sin relevo. Y lo más grave es que, ese mismo maestro viene
disfrazado, desde entonces, de alumno recalcitrante para azuzar más la jauría y
que siga el jolgorio.
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