La
práctica de la esclavitud sigue vigente en Mauritania. Esa es la triste realidad. El encarcelamiento de
Brahim Bilal Ramadan, Birame Dah Abeid y Djiby Sow, líderes del movimiento
antiesclavista IRA por dos años en el penal de Aleg y el auto de procesamiento
dictado contra otros tres, que se juegan tres años de condena, indican que la
esclavitud goza de buena salud en Mauritania. Aunque el país magrebí abolió
oficialmente la esclavitud en 1981 y convirtió su práctica en un delito en
2007, la esclavitud sigue siendo un fenómeno común.
La
organización Initiative pour la
Résurgence du Mouvement Abolitionniste en Mauritanie (IRA Mauritanie)
intenta poner de manifiesto un hecho clamoroso y repugnante en pleno siglo XXI:
que en Mauritania, un país con algo más de tres millones de habitantes, viven
entre 300.000 y 500.000 esclavos, todos ellos de raza negra, privados de
derechos y resignados a seguir siendo invisibles ante la Justicia y las
autoridades. Denuncia también que, aunque el comercio de esclavos ya no se
practica en plaza pública, los intercambios con los países del Golfo Pérsico y
el tráfico de “esa mercancía” hacía dichos países es algo muy frecuente. El
movimiento antiesclavista se lamenta, finalmente, que la Justicia esté en manos
de las mismas tribus que tienen esclavos, y que son los principales interesados
en perpetuar el sistema…
Aunque
no abra telediarios y ni ocupe cabeceras de los grandes medios internacionales, la esclavitud que se sigue practicando en la actualidad en Mauritania
dista muy poco de aquella que se abolió en otras partes del mundo a finales del
siglo XIX: el control de los amos sobre sus esclavos es absoluto. El
dominio de los esclavistas sobre sus sirvientes se extiende a todas las esferas de la vida hasta tal punto que todas las mujeres, al margen de su edad, pueden ser utilizadas sexualmente.
Los esclavos no tienen acceso a la educación y no tienen derecho a tener
documentación personal, lo que les niega el derecho a la propiedad y a poder
viajar. Estas personas no se benefician ni de descanso ni de un salario. Padecen
regularmente castigos corporales. Peor aún: no tienen derechos sobre sus hijos
y no pueden casarse.
Y
todo esto se realiza en la actualidad, a la luz del día y con cierta connivencia de la comunidad
internacional que prefiere mirar hacia otro lado, a pesar de las múltiples
denuncias de las organizaciones humanitarias.
Lamentablemente,
los problemas de la población negra en este país no se limitan a la
persistencia de la esclavitud. La división que existe entre la población de
origen árabe y la población negroafricana resulta evidente. Para comprender la
pervivencia del fenómeno de la esclavitud conviene recordar que Mauritania es
un cruce de caminos entre el mundo árabe-bereber y el África negra, un choque
entre una tradición esclavista y otra que la ha sufrido siglos. No en vano, éste
fue el último país en abolir formalmente la esclavitud, hace solo tres décadas.
Resulta
fundamental que la comunidad internacional ejerza toda su presión sobre el
régimen de Nuakchot para que acabe con la lacra de la esclavitud que denigra a
toda la raza humana; le exija que ponga en libertad a los defensores de los derechos de los
esclavos; y le obligue a respetar los convenios internacionales que ha rubricado.
Está
bien que la industria pesquera de la Unión Europea, por ejemplo, se interese
por los caladeros de Mauritania. Pero sería mucho mejor que se interesase
también por los esclavos que sufren y malviven en las costas mauritanas.
Mientras se espera la llegada de ese momento, la esclavitud seguirá gozando de buena salud en Mauritania para vergüenza de todos.-
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