Confirmado y publicado y, además,
ratificado por el Tribunal Constitucional: el presidente Pierre Nkurunziza
optará a un tercer mandato, en contra de lo establecido por la Constitución y contra la opinión mayoritaria del pueblo burundés. Y como consecuencia de ello, disturbios e intentona golpista.
La pregunta que más de uno se
hace en este momento de confusión en el país centroafricano es la de saber por qué, diablos, el presidente saliente quiere forzar un
tercer mandato con todos los peligros que eso entraña para la endeble seguridad
de su país y de la región. Basta con señalar, para ilustrarlo, que en las últimas dos semanas más
de 50.000 personas ya han huido hacia países vecinos por temor al estallido
social.
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| Protestas en Burundi. (Foto: AJE News) |
A nuestro entender, la
principal razón es que la cúpula del poder, enriquecida ostensible e ilícitamente
bajo el mandato del actual jefe de Estado y que culminó sus fechorías con el
asesinato de tres monjas italianas a finales del año pasado, teme que su
partida signifique el fin de la impunidad. Y si a esto le añadimos hechos como que
el país no cuenta con una oposición fuerte y mínimamente organizada; que la sociedad está polarizada
entre huntus y tustsis desde tiempos coloniales; y que, finalmente, la llamada comunidad internacional ni está ni
se la espera en un diminuto país enclavado en plena selva ecuatorial sin recursos naturales, se puede entender perfectamente por qué el dictador Nkurunziza quiere perpetuarse en el poder.
Mientras tanto, el pueblo
burundés al que supuestamente debería servir esa gente sigue en la miseria
más absoluta y en la cola de los países más pobres del mundo.
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