Entre 1987 y 1990, fui alumno del
Seminario Mayor de Saint François Xavier en Mbuji-Mayi, capital de la entonces
provincia de Kasai Oriental y feudo de Etienne Tshisekedi. En aquella época
conocí a Tshisekedi, ya que su hermano, Gérgard Mulumba Kalemba, actual obispo
de Mweka, era el rector del Seminario.
En las dos décadas anteriores, Etienne ocupó diversos puestos de responsabilidad durante la presidencia de Mobutu Sese Seko. Pero sus críticas contra la corrupción política y la dictadura provocaron su encarcelamiento, siendo liberado y detenido en múltiples ocasiones desde entonces. Mi primer contacto con él fue cuando Mobutu le confinó en Mbuji-Mayi y no podía salir de la ciudad. De vez en cuando se pasaba por el Seminario y charlaba con nosotros. Era un hombre enérgico, fuerte, con una voz poderosa y que sabía lo que quería: un Congo (entonces Zaire) libre de corrupción y democrático.
Yo era entonces un jovencito que
venía del Congo profundo, concretamente de Bayaya, dónde no llegaba ni la
televisión ni el teléfono, y dónde nadie nos había hablado nunca de democracia,
y dónde Mobutu era un semidiós; y no entendía por qué aquel señor se empeñaba
en desafiar al “guerrero todopoderoso que va de conquista en conquista dejando
el fuego a su paso" (Mobutu Sese Seko
Nkuku Ngbendu wa Za Banga), en lugar de participar en su gran obra, el “mobutismo”…
Para muchos de nosotros, y particularmente
para mí, aquello fue un baño de realidad que nos abrió los ojos para siempre: estábamos viviendo
en una gran cárcel sin libertades, y Mobutu y su cohorte nos estaban estafando. De esta forma, Tshisekedi
supo sembrar en nosotros el espíritu crítico y la búsqueda de la justicia y la
libertad.
Desde aquella época hasta su
muerte acaecida ayer, Etienne Tshisekedi wa Mulumba era considerado por los
congoleños como el auténtico líder de la oposición, asistido por una especie de
aureola de perseverancia y una voluntad inquebrantable en la lucha por la
democracia. Esto debido a que, cuando nadie, y digo bien nadie, se atrevía a decirle no al
todopoderoso y dictador Mobutu Sese Seko, allá por los años ochenta del siglo
pasado, él se atrevió y padeció las consecuencias. Y ha sido, en un país como
la República Democrática del Congo dónde todos los políticos se venden al mejor
postor, el único dirigente que no se dejó corromper ni por Mobutu, ni después
por Laurent Desiré Kabila, ni por el actual presidente Joseph Kabila.
A pesar de todos sus defectos, su
muerte es una gran pérdida y deja huérfana a la sociedad congoleña. Se va el
auténtico y eterno opositor congoleño que no se arrugó ante los dictadores
congoleños. Y, como decía Nelson Mandela, "cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz". Creo que Etienne Tshisekedi hizo ese esfuerzo y que, por lo tanto, puede dormir para la eternidad. Y que sirvan estas líneas como un pequeño homenaje a ese gran hombre…
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