Hace
unos días, en relación a los últimos golpes de Estado acaecidos en África, concretamente
en Mali y Guinea-Bissau, me preguntaba un amigo, asiduo lector de un diario de
tirada nacional, que qué es eso de la CEDEAO y qué capacidad real tenía en el
escenario creado en los dos países. No se hacía idea de que en África
existiesen organizaciones de cooperación regional, porque siempre que ocurre
algo allí, según él, se recurre a la ONU, a las organizaciones internacionales
y a las ONG’s.
Intenté explicarle que en África, aunque cueste creerlo, existen organizaciones regionales, e incluso una comunidad económica (UEMOA) dónde ocho países comparten una misma moneda (el franco CFA).
Intenté explicarle que en África, aunque cueste creerlo, existen organizaciones regionales, e incluso una comunidad económica (UEMOA) dónde ocho países comparten una misma moneda (el franco CFA).
Su
sorpresa fue tan grande que me preguntó si realmente esas organizaciones sirven
para algo. Le contesté con el titular de esta reflexión: “la cooperación o la
integración en África es la historia de un fracaso”.
Necesidad de integración
regional
La bandera de la Unión Africana |
De
ahí que más de uno sugiere la integración de los países africanos como
estrategia para afrontar, juntos, los enormes desafíos que se les presentan.
Porque, como dice la sabiduría popular, “la unión hace la fuerza”.
No
queremos entrar aquí en academicismo. Sólo señalar que los conceptos
cooperación e integración no son asimilables; eso sí, muy relacionados. La
integración supone la creación de una estructura supranacional, como
finalidad, a la que los Estados miembros conceden parcial o totalmente sus
soberanías para la creación de instituciones comunes y la adopción del derecho
comunitario, bases de una interdependencia estructural, mientras que la
cooperación mantiene la independencia y la soberanía de aquellos, que crean
entre sí un mero marco de solidaridad interestatal en áreas específicas, donde
tienen interés en concertarse para resolver los problemas definidos, áreas
limitadas en el tiempo y en el espacio.
Las
organizaciones africanas
Lo
que la inmensa mayoría de la gente no sabe es que, de todas las regiones en
vías de desarrollo, África destaca por la proliferación de organizaciones
regionales de cooperación-integración. Más de doscientas, creadas desde la oleada
de las independencias a principios de la década de los 60 del siglo pasado. Unas funcionan, si bien que mal, con alguna que otra cumbre, mientras que otras o están paralizadas, han caído en desuso o han desaparecido.
Tenemos
organizaciones de todo tipo: políticas, económicas, financieras y bancarias,
culturales, hidrográficas. Por su
importancia y actividades, mencionaremos únicamente a las políticas y
económicas.
Las
organizaciones políticas: buscan la unificación o la cooperación política entre dos
o varios Estados. Podemos destacar la Unión Ghana-Guinea-Malí, la
Federación de Malí, el Consejo de la Entente, la Organización Común Africana,
Malgache y Mauricia (OCAMM), los países de la Línea del Frente y, sobre todo,
la Unión Africana (la antigua OUA).
En
cuanto a las organizaciones económicas, basadas en la simple
cooperación regional o funcional, bajo la forma de uniones aduaneras,
comunidades económicas, áreas de comercio preferencial o frentes comunes,
podemos mencionar: la Unión Aduanera y Económica de África Central
(UDEAC), el Comité permanente Consultivo Magrebí (CPCM), la Unión de Estados de
África Central (UEAC), el Mercado Común de África Oriental (EAC), la Comunidad
Económica de África Occidental (CEAO), la Comunidad Económica de Estados de
África Occidental (CEDEAO), la Comunidad Económica de Países de los Grandes
Lagos (CEPGL), la Comunidad Económica de Estados de África Central (CEEAC), la
Unión del Magreb Árabe (UMA), la Comunidad de Desarrollo de África Austral
(SADC), la Zona de Comercio Preferencial de África Oriental y Austral (PTA),
convertida en 1993 en Mercado Común del África Oriental y Austral (COMESA) como
etapa de la unión aduanera.
El
fracaso de la integración regional africana
Estas
organizaciones fueron creadas como instrumentos apropiados para resolver los
problemas de la crisis del Estado-nación, con la consiguiente realización de la
unidad africana, para lograr el rápido crecimiento económico y el desarrollo,
imposibles de conseguir a nivel individual, así como para impedir la
marginación de África en este momento de la mundialización.
Sin
embargo, ningún de estos objetivos ha sido alcanzado por varios motivos. Por
tanto, la integración africana ha sido un auténtico fracaso debido
a importantes obstáculos, sobre todo, económicos y políticos.
Políticamente, pese a expresar buenas intenciones para realizar la
unidad africana o la integración regional, en la práctica los gobiernos
africanos han sido celosos de sus soberanías nacionales (basadas en el tribalismo)
a las que no han querido renunciar, total o parcialmente, para favorecer dicho
proceso. Todo lo contrario, han fomentado los nacionalismos exacerbados y
xenófobos con respecto a los ciudadanos de los países vecinos, convertidos en
cabezas de turco de los fracasos internos, llegando hasta el extremo de sus
expulsiones masivas. Y sobre todo, la falta de democracia es un obstáculo
insalvable para construir una estructura supranacional.
Desde
el punto de vista económico, los países africanos producen y exportan
los mismos productos, con el consiguiente debilitamiento del comercio
interafricano, extrema dependencia externa, duplicaciones y deterioro de los
términos de intercambio. Además, el mal endémico del continente, la corrupción
hace de la integración regional una aventura quimérica.
¿Solución?
El
futuro de la integración africana y su eficacia pasa, entre otro, por dar
soluciones a los obstáculos enunciados, partiendo de una verdadera voluntad
política.
Para tener un espacio en la escena internacional, a África no le queda otra. Y
la globalización es un potente aliado, o por lo menos, le obliga a integrarse;
porque muy pocos países del continente, para no decir ninguno, poseen los recursos
suficientes y los mercados internos significativos como para conseguir en
solitario un crecimiento o un desarrollo nacional viable.
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