Hace
ya más de tres lustros, cuando empecé como profesor de enseñanza secundaria
obligatoria (ESO) en un barrio de Madrid y hablaba con mis alumnos de mi continente
de procedencia, lo primero que les venía en mente era la pobreza, la miseria.
Recuerdo, con mucha simpatía, su interés por saber si todavía la gente seguía
llevando taparrabo. Además, les llamaba la atención la infinidad de guerras y conflictos
que devastaban África y la hambruna en una región rica en recursos.
Intenté,
en la medida de mis posibilidades, transmitir a aquellos chavales una visión lo
más ajustada posible a la realidad. Les narraba mi infancia en plena selva
ecuatorial en Bayaya, mi adolescencia en las sabanas de Itana, Lomela y Kole
(Rep. dem. del Congo)… Para muchos de ellos, el mero hecho de tener
un profesor negro por primera vez en su vida era ya, en sí, motivo más que
suficiente para poner en duda muchos prejuicios que arrastraban sobre África y
los africanos. En todo momento, les invité a ir más allá de los discursos
interesados y a conocer la verdad de lo que ocurre al otro lado del estrecho, y
muy especialmente al sur del Sáhara.
Y
esto mismo es lo que intento compartir siempre con todos aquellos que me
rodean: los tópicos no nos dejan ver realmente lo que es África. Recuerdo un
tuit que circuló por la red hace unos meses, y que yo también me hice eco del
mismo en mi cuenta de twitter, y que
decía lo siguiente: “Cada sesenta segundos en África… pasa un minuto”. Con esto se quería
llamar la atención sobre el hecho de que África es un continente como los
demás; que tiene sus cosas buenas, regulares y malas. Y como en todas partes, cada sesenta segundos pasa un minuto. Desgraciadamente se carga
tintas tanto sobre lo desagradable (las guerras, las epidemias, la
hambruna…), que parece que las cosas no son iguales que en otros continentes.
Hasta
hace bien poco, el discurso oficial sobre el continente africano giraba en torno
a expresiones que recogían una visión absolutamente afro-pesimista, afro-catastrofista.
¿Quién no ha oído hablar de África olvidada, África explotada, África desahuciada,
África problema, África en guerra, África del hambre?
Pues
bien, la crisis económica aguda que está atravesando las economías
desarrolladas, desde hace más de cinco años, parece haber cambiado la visión oficial, tanto de los Estados
occidentales y organismos internacionales como de los medios de
comunicación dominantes, sobre África. De golpe, “se han caído del caballo”, y empiezan a reconocer
esa otra África, en positiva, que muchos africanos y africanistas venimos
defendiendo: África de abajo, que destaca por su dinamismo
social; extraordinaria por su economía popular y por su voluntad repetidamente
expresada de vivir. Esa África de los suburbios, de las aldeas, de los barrios
populares. De esa África que no interesaba
hablar, y que ahora sí que interesa. ¡Qué razón tiene Habermas con aquello de “conocimiento
e interés”!
Hay
que dar, pues, la bienvenida a este cambio positivo que están asumiendo los
diferentes actores sobre África, dejando atrás el discurso catastrofista y
asumiendo los elementos positivos que, por cierto, siempre han estado allí: su
gente y sus recursos naturales. Sería deseable una capacitación de los
africanos para que puedan aprovechar esos recursos naturales para generar un desarrollo del continente.
Esperemos, pues, que este nuevo tiempo de interés por África y el cambio de perspectiva sean para el bien de los africanos; ya que todavía tenemos muy recientes los recuerdos, no demasiados alentadores, de
la anterior época de interés extranjero por el continente: la conquista, la colonización
y la descolonización.
muy bueno Néstor, me encanta el toque personal que le has dado. Como siempre, una muy buena reflexión. Un abrazo. Nacho
ResponderEliminarGracias Nacho! Es importante que la presentación de la otra cara de África que tú bien conoces, a pesar del hecho evidente del subdesarrollo, y de las inestabilidades políticas en algunos países. De todas formas, sólo desde una óptica positiva se puede hacer algo en ese continente. Con el derrotismo no se irá a ninguna parte. Un abrazo.
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