Los
últimos saltos de las vallas que separan la ciudad autónoma de Melilla con
Maruecos por parte de jóvenes africanos han sido objeto de debates y de
comentarios en los medios de comunicación, y también de conversación entre los
ciudadanos de a pie. Se han escuchado todo tipo de puntos de vista y de
opiniones. Desde la “compasión hacia los pobres africanos” que buscan
desesperadamente una vida mejor en Europa huyendo de la pobreza y de los
conflictos, a la reacción furibunda de aquellos que estarían dispuestos a
cerrar a cal y cato las fronteras europeas porque aquí ya “no cabe nadie más”,
pasando por el discurso políticamente correcto de “la aplicación de la legalidad”
en relación a las fronteras. Pero nadie se ha parado, a nuestro entender, en
buscar las verdaderas causas de la inmigración africana hacia Europa.
Mucho
se ha escrito ya sobre las causas de la inmigración africana. Basta con
introducir en el buscador Google “inmigración africana” y toparnos con una
lista interminable de entradas, no solamente sobre las crónicas de las
travesías en el mar, la aventura en el desierto, las largas estancias en de los países del Magreb y las imágenes desgarradoras de la inmigración, sino que
nos encontramos también con estudios sobre sus causas y motivos. Y hay cierta
unanimidad en achacar la inmigración a la pobreza y a los conflictos que
salpican el continente.
Lejos
de nuestra intención el poner en duda estos estudios serios y loables; además,
la inmigración es inherente al ser humano. Y como sostienen los más entendidos
en la materia, los procesos migratorios nacen del instinto de conservación de
la especie y se deben casi siempre a una evaluación comparativa del entorno donde se
vive en cuanto a los recursos y posibilidades con que se cuenta, y de un
entorno diferente, en el que existe una percepción de que esos recursos y
posibilidades pueden ser mayores y mejores. Esta comparación entre la vida
cotidiana en un país y otro en la actualidad resulta muy fácil debido al acceso
masivo a los medios de comunicación.
De
esta forma, como en África se vive en condiciones difíciles, de guerra, de
hambre y de enfermedad, es deducible que la gente tienda a buscar su
supervivencia en otros continentes. Sin embargo, para nosotros, aún siendo
cierto este silogismo, la razón
fundamental de la inmigración africana hacia Europa ha de situarse más allá de
las necesidades económicas y de seguridad. La situamos en el propio ser
del africano y, más concretamente, en los “traumas” que arrastra como
consecuencia de las reducciones o “alienaciones” que sufrió durante los tiempos
de la colonización. Y
que podrían resumirse en tres:
- Durante el tiempo del dominio europeo, el negro fue despojado de su propio ser: se le convenció de que el hombre blanco era superior y que él era inferior y debía servirle.
- Durante el tiempo del domino europeo, se le convenció al negro de que no sabía nada, de que su conocimiento era similar al de un animal y sus creaciones no servían para nada; de que el conocimiento y la cultura venían de Europa.
- Durante el dominio europeo, se le convenció al negro de que sus creencias eran animistas y de que debía abrazar la verdadera religión que venía de Europa.
Por
tanto, el africano sufrió una reducción ontológica (el ser), una reducción
epistemológica (el conocimiento) y una reducción teológica (las creencias); con
la consiguiente subordinación de todo lo africano a lo occidental.
Así,
durante más de un siglo y a pesar de la oposición de los lugareños y de algunos
misioneros, este adoctrinamiento, a base de castigos físicos y hasta de
eliminación física de mucha gente (valga entre otros el ejemplo del rey
Leopoldo II en el Congo-belga) caló en
el imaginario africano. Muchos africanos se “vaciaron” de su ser y
“adoptaron” el ser europeo. Incluso se daba a aquellos africanos que se
asemejaban en todo a los colonos el título de “evolucionados” (“évolués”, en
francés).
Esto explicaría el hecho de que lo
europeo sea más valorado que lo autóctono en muchos lugares en África; y mucha
gente suspira y haría todo lo posible para vivir, o por lo menos, visitar ese
“paraíso” presente en el imaginario colectivo africano llamado Europa que,
desde la época colonial, se les ha hablado y les ha fascinado siempre.
Tampoco
colaboran en desmitificar ese “paraíso” llamado Europa los inmigrantes que
vuelven a sus países de origen en vacaciones. Todo lo contrario. Quitando
contadas excepciones, la inmensa mayoría transmite a sus conciudadanos una
imagen poco realista de lo que pasa en Occidente.
Los
dirigentes africanos también alimentan esa imagen de Europa como paraíso para
su pueblo: la inmensa mayoría envían a sus hijos a estudiar a Europa, sus
familias residen en Europa, cuando se ponen enfermos se tratan en Europa, sus
cuentas bancarias están en Europa…
Urge,
por tanto, una "rehabilitación" del ser africano, no solamente para combatir esa
trata de seres humanos en la que las mafias han convertido la inmigración, sino
también para la construcción del continente. Hace falta poner en valor las capacidades del africano para ser artífice y actor principal la construcción de su tierra, de las
posibilidades y las bazas que tiene su continente para desarrollarse y dar una vida
mejor a sus hijos, y valorar a Europa en su justa medida.-
Muy interesante tu artículo y muy bien expuestas las razones que impulsan a la inmigración.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias por tus palabras. Intentamos, entre todos, entender ese fenómeno que está "privando" África de su juventud. Un saludo
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