Episodios como asaltos
a las vallas de Melilla, naufragios de embarcaciones de inmigrantes, especialmente
en el mediterráneo, u otros hacen que raramente aparezca África en todo su
esplendor en los medios de comunicación, singularmente en Occidente. La imagen
que se proyecta de ella es, muy a menudo, apocalíptica: hambrunas,
enfermedades, sequías, guerras interétnicas, golpes de Estado, inestabilidad
política, corrupción, etc. La mayoría de extranjeros no conocen África más que
bajo este cuadro sombrío y fatalista. Así, África parece representar tanto el Apocalipsis (por las catastróficas
imágenes que proyectan el fin del mundo) como el jardín de Edén (por su carácter primitivo, natural, zoológico y
pre-moderno).
Ya la profesora Jo Allen
Fair (Universidad de Wisconsin-Madison) demostró hace más de una década que
todo esto forma parte de un repertorio de conocimientos, símbolos y estructuras
predefinidas que contribuyen a la elaboración de una representación
estereotipada de la realidad africana. Forman ya parte de los anales académicos
las respuestas de sus alumnos sobre lo que les venía en mente cuando se les
preguntaba sobre los africanos: “los
africanos son enfermos de sida, vagos, estúpidos, corruptos, con muchos
problemas, subdesarrollados, guerreantes, brutos, salvajes, exóticos,
sexualmente activos, retrasados, tribalistas, primitivos y negros”.
Estudios posteriores de otros autores confirmaron que estas ideas y
percepciones están muy compartidas entre occidentales.
Imagen
incompleta y desfigurada
Sin querer “revolcarnos” en
las consecuencias del colonialismo, que otros ya lo hicieron, nosotros
achacamos estas ideas y percepciones, principalmente, a décadas de una mala
cobertura informativa sobre el continente.
Una mala cobertura que se
debe en primer lugar a la escasez de periodistas en la región: el número
reducido de periodistas que los medios occidentales destinan al continente
explica, en parte, la mala información que circula sobre África. ¡Cincuenta y
cuatro países y más de treinta millones de kilómetros cuadrados para muy pocos
periodistas! De ahí que abunden crónicas sin sentido, llenas de lugares comunes
y tópicos.
En segundo lugar, las
barreras lingüísticas. A parte de que el continente cuenta con más de tres mil
lenguas autóctonas, que sería importante tener en cuenta, África parece estar
dividida en dos grandes bloques principales tomando como referencia al inglés y
al francés. La calidad de las informaciones parece depender también de esta
división. Reportajes sobre África francófona realizados por periodistas
anglófonos, en general, suelen tener peor calidad que los realizados por los
francófonos. Y viceversa. Hay medios que parecen obviar este importante
obstáculo y producen engendros periodísticos sobre el continente.
En tercer lugar, el poder de
las organizaciones no gubernamentales: estas organizaciones, que realizan una
labor importante en África, condicionan, sin embargo, en muchos casos, la labor
de los periodistas. Intentan que éstos recojan aquello que favorezca su labor y
les genere fondos en los países occidentales. Así que las ONG’s, que conocen
bien el terreno, orientan la labor de los periodistas que llegan para unos días
o unas horas de reportaje y se constituyen, además, en la fuente para sus
estadísticas, reportajes… A lo mejor sin quererlo, estas ONG’s limitan
fuertemente la labor de los periodistas y les llevan a escribir crónicas
humanitarias que generan compasión.
Finalmente, el poco
cumplimiento de la deontología periodística cuando se trata de África. Basta
con comparar como los periodistas tratan un mismo tema en Europa y en África.
Mientras que en Europa se respetan todos los derechos del niño y de la persona
en relación con la prensa, en África esos derechos parecen inexistentes. ¡Cuántas
imágenes de niños africanos que, con seguridad, degradan la misma condición
humana circulan en los medios sin miramiento! Por otra parte, la verificación
de las fuentes y el rigor de lo que se publica parecen secundarios.
Imagen
completa y auténtica
Todo lo anterior nos lleva a
una conclusión clara: África es una gran desconocida. Hace falta, por lo tanto,
una nueva mirada sobre ella, que supere los estereotipos y la contemple con sus
sombras pero también con sus luces. Ni África es un infierno en la tierra ni un
paraíso en el que todo es solidaridad, respeto por la familia y los ancianos,
alegría, convivencia perfecta con el medio ambiente… África, al igual que el
resto de continentes, es un entramado diverso y complejo y exige que esa
diversidad y complejidad sean reflejadas al hablar de ella. No es cuestión de
mostrar únicamente la imagen positiva de África. Eso sería caer en el mismo
error. Es cuestión simplemente de encontrar un equilibrio entre “las cosas
positivas” y la denuncia de los problemas a los que se enfrente la sociedad
africana.
Y, quizás, los tiempos de la
globalización que vivimos y las nuevas tecnologías contribuyan a un mayor y
mejor conocimiento de este inmenso y variado continente.
Para empezar, y aunque
parezca una obviedad, África no es un país, es un continente. Algunas veces,
esta obviedad suele pasar desapercibida y se habla de África como sí de un país
se tratará; o incluso de una comarca o una tribu. África no es una realidad
homogénea porque estamos hablando de un continente con cerca de 1000 millones
de habitantes; repartidos en 54 países; sobre una extensión de más de 30
millones de kilómetros cuadrados; donde se hablan 1500 lenguas distintas.
La
población del continente Africano es, mayoritariamente, negra, especialmente en
la región del África Subsahariana. En el norte de África la población es
esencialmente árabe y bereber; en tanto que en la zona del Sahel cohabitan
árabes, bereberes y negros. En Sudáfrica encontramos una minoría blanca.
Desde
el punto de vista religioso, África es igualmente diversa con el cristianismo y
el Islam como religiones predominantes, si bien se practican muchas religiones
tradicionales y otras surgidas del sincretismo entre religiones autóctonas y religiones
importadas (valga el ejemplo del Kimbaguismo, muy extendido en los países de
África central).
En lo político, conviven regímenes dispares, desde plenas
democracias, como Ghana o Sudáfrica, hasta Estados fallidos como Somalia o
Guinea-Bissau, a lo que hay que añadir las recientes revueltas en el Norte de
África, o la creación de un nuevo estado en enero de 2011, Sudán del Sur.
Desde el punto de vista
económico, África presenta un futuro esperanzador, dado que dispone de muchos
productos naturales que son indispensables para otros continentes. Su subsuelo
rebosa de muchas materias primas: oro, diamantes, cobre, zinc, cobalto, coltán,
estaño, petróleo, gas…; sus ríos, ricos en pesca; sus bosques albergan una
fauna y una flora únicas en el mundo; unas tierras fértiles…
Aunque no hay intención
alguna de hacer una apología del continente africano, este pequeño repaso sería
incompleto si no se apuntará algo referente a la cultura africana. África es
tierra de diversidad cultural, un conglomerado de cultura árabe, egipcia, negra
y europea. Además, nos encontramos con una variedad de etnias milenarias,
tribus seculares y una diversidad de lenguas dónde destacan el suahili, el
wolof, el hausa, el yoruba, el laal, el shabo, el dahalo, el bantú, el árabe,
lingua francae, y el lingala, entre muchas otras.
África, en suma, tiene
también su lado positivo. Sería conveniente que entre todos presentemos una
imagen de este continente que se corresponde con la realidad: menos sesgada y más
global. A lo mejor una desvinculación de África de la ayuda podría contribuir a
esta tarea de normalización de su imagen. La imagen del continente
africano asociada a la caridad y al donativo debería ser sustituida por la de
un continente capaz de satisfacer sus necesidades por sus propios medios, a través de la inversión y del emprendimiento como cualquier otro continente.
(Esta reflexión se publicó en su primera versión en http://www.fei.org.es/3411_1000-palabras/2060707_una-mirada-positiva-sobre-africa-por-nestor-nongo.html)
Estoy muy de acuerdo en la necesidad de presentar una imagen más equilibrada de Africa, una que cuente con matices y claroscuros en vez de situarse en la alternativa entre el blanco y el negro, el Eden o el Apocalipsis. Su artículo contribuye a ello con elocuencia. Si acaso echo en falta un desarrollo más completo de los aspectos económicos. La abundancia de recursos naturales, de por sí, no justifica el optimismo, ya que hoy por hoy representa a menudo la alianza entre las élites locales y los inversores extranjeros para el saqueo neocolonial del territorio. Una novela que trata esta situación para el caso de Angola es Canje, de Victor Sombra Macarrón: http://www.lecturalia.com/libro/86956/canje
ResponderEliminarGracias por su comentario y tomo muy buena nota de sus observaciones. No dejaré de leer el libro al que alude. Un saludo
ResponderEliminarUna nueva reflexión que nos invita a transformar nuestra cómoda forma de pensar. Muchas gracias Néstor, lo compartimos nuevamente.
ResponderEliminarGracias a vosotros. Un abrazo
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