sábado, 27 de diciembre de 2014

Son extensibles a los gobiernos africanos las "enfermedades" que golpean a la Curia romana

El Papa Francisco aprovechó la audiencia que concedió, hace unos días, con motivo de la Navidad a los colaboradores que le ayudan a gobernar la Iglesia para advertirles de las “15 enfermedades” que golpean a la curia romana. Enfermedades más comunes, aseguró, que minan la salud del Vaticano. Y creo sinceramente que algunas de esas enfermedades golpean también a muchos gobernantes, y muy especialmente a los gobernantes africanos que están absolutamente noqueados. 

Dejando de lado aspectos espirituales, yo resaltaría algunas de esas enfermedades, como el “sentirse inmortales, inmunes” o incluso “indispensables”; la “esquizofrenia asistencial”; “la indiferencia hacia los demás” o “la rivalidad y la vanagloria”.

El “sentirse inmortales, inmunes” o incluso “indispensables es una característica, casi exclusiva, de jefes de estado africanos. Prueba de ello es que, una vez en el cargo, nadie quiere dejarlo porque se consideran únicos capacitados y ungidos para el puesto. De ahí que abunden dictadores longevos, conocidos popularmente como dinosaurios. 

Tan metidos en su labor de esquilmar los recursos naturales de sus respectivos países con la complicidad de muchas multinacionales y gobiernos extranjeros desalmados, los gobernantes africanos llegan a sufrir una especie de “esquizofrenia asistencial”. Se dedican tanto a sus negocios personales que pierden el contacto con la realidad de sus conciudadanos, viviendo en una “indiferencia” hacia esos conciudadanos que, supuestamente, sirven.

Consecuencia directa de lo anterior, la rivalidad y la vanagloria: eliminan sin contemplación a todos los rivales que les pueden hacer sombra para que sigan disfrutando del poder. El disfrute del poder absoluto que ostentan la casi totalidad de los jefes de estado africanos es incompatible con la disidencia o la crítica.

A los dirigentes africanos y a los de otros continentes no les vendría nada mal repasar la lista de las enfermedades que ofrece el pontífice. Más allá de los aspectos espirituales, les podría orientar en el gobierno de sus respectivos países. 

Recordemos que la primera de las 15 enfermedades de la Curia enumeradas por Bergoglio es la de sentirse inmortales, inmunes o incluso indispensables. La segunda es la enfermedad de la excesiva laboriosidad. La tercera enfermedad es la del endurecimiento mental y espiritual. La cuarta enfermedad es la de la excesiva planificación y funcionalidad. La quinta enfermedad es la mala coordinación. La sexta enfermedad que Francisco dice haber detectado en la Curia es la del Alzhéimer espiritual. La séptima enfermedad es la de la rivalidad y la vanagloria, cuando la apariencia, el color de los vestidos y las insignias de honor se convierten en el objetivo prioritario de la vida. La octava de las 15 enfermedades es la “esquizofrenia asistencial”, sufrida por aquellos miembros de la Curia que viven “una doble vida”, que se dedican a los asuntos burocráticos de la Santa Sede perdiendo el contacto con la realidad de las personas concretas. En el punto nueve habla del peligro de la afición a criticar y a cotillear. En el 10 pone el acento en el peligro de “divinizar a los jefes”, un peloteo vital en el que tantos basan su ambición de ascender, “pensando solo en lo que se puede obtener y no en lo que se debe ofrecer. La enfermedad número 11 es la indiferencia hacia los demás. La número 12 es la de “la cara fúnebre”. La 13 es la enfermedad de acumular bienes materiales. La 14 es la enfermedad de los círculos cerrados. Y La última es la del “aprovechamiento mundano, de los exhibicionistas”, la de aquellos que “transforman su servicio en poder, y su poder en mercancía para obtener ganancias mundanas o aún más poder”




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