Seguramente se hayan preguntado por los
resultados de la intervención de la comunidad internacional capitaneada por
Francia contra el terrorismo en el norte de Mali. Pues bien, no son nada claros; y la situación en el terreno sigue igual, o
peor, para la población local.
Como se recordará, el Gobierno de Malí solicitó a
finales de 2012 apoyo militar extranjero para reconquistar el norte del país,
ya que desde enero de ese año varios grupos insurgentes lanzaron una campaña
contra el Gobierno, reclamando la independencia o una mayor autonomía para
aquella área conocida como Azawad. El Movimiento Nacional para la Liberación
del Azawad (MNLA), una organización que lucha para hacer del Azawad un hogar
independiente para los tuareg, tomó el control de la zona en abril de 2012. El
11 de enero de 2013, el Ejército Francés comenzó operaciones contra los
islamistas, en una intervención denominada "Operación Serval".
Adicionalmente y como parte de esta operación, fuerzas de otros países de la
Unión Africana se desplegaron poco tiempo después de la llegada de las tropas
franceses.
Soldados franceses y malienses en la ciudad de Gao. / M.D |
Ya han pasado tres años desde que comienzó aquella
operación cuyo objetivo principal era apoyar al
ejército nacional maliense en su lucha contra los terroristas yihadistas para
devolver la integridad territorial al país, ya que las fuerzas militares
nacionales eran incapaces de rechazar la agresión, y la estabilidad de todo el
país estaba gravemente amenazada.
Hay que reconocer que se ha conseguido, a duras penas,
mantener la integridad y no la seguridad. El terrorismo sigue campando por sus
anchas, sobre todo en el norte del país.
La explicación sobre la persistencia del terrorismo en esta parte de Mali ha de buscarse en el fracaso del Estado y en su presencia depredadora y hasta asesina en esta región, desde la independencia del país, que han dejado un espacio a grupos armados que cumplen hasta funciones sociales más allá de ejercer la violencia sobre la población. Hay que recalcar que a esa población no le gusta el modo de vida que le imponen los grupos terroristas, pero tampoco le hace ninguna gracia la presencia (para no hablar de la no presencia) del Estado como la ha vivido hasta la fecha.
Hablado claro, el Estado ha fallado en esta parte del
país; y la población, ahora bajo el yugo de grupos terroristas, no hace más que
adaptarse como lo ha hecho siempre: pasar de una situación precaria a otra.
La solución a esta situación no es nada fácil. Pero,
desde luego, la lucha contra el terrorismo no debe basarse sólo en la
eliminación de los jefes terroristas. Debería pasar por el establecimiento de
un Estado de derecho, acompañado por la puesta en marcha de condiciones que
ofrezcan a la población oportunidades para una vida mejor. Hay que combatir el
terrorismo y hay que combatir también la pobreza, verdadero caldo de cultivo de
la violencia.
Y la responsabilidad
para ello es, ante todo, de las autoridades malienses que deberían trabajar por
el bien de todos los ciudadanos y no solamente por los intereses partidistas de
unos cuantos jerarcas que habitan sus villas en Bamako, con la complicidad de
sus aliados occidentales.
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