El
hambre persiste en África; muchos africanos pasan hambre. El que suscribe lo
padeció en primera persona durante su infancia. Una paradoja en un mundo dónde
se produce mucho más de lo que consumirían todos los habitantes del planeta.
Puro espejismo.
Es
un verdadero sinsentido que la agricultura en África haya sido descuidada tanto
por los gobiernos como por las instituciones de desarrollo internacional y los
asesores en materia de políticas. El dinero fácil y rápido que se obtiene de
las materias primas, como el diamante, el oro, el coltán, el petróleo, etc.,
puede estar detrás de ese descuido que condena a millares de personas a la
hambruna; personas que, por otra parte, no son destinatarias de los dividendos
de dichas materias primas.
Es hora de insistir en que ninguna región del mundo se ha desarrollado sin apoyarse en su sector agrícola. Y que la agricultura tiene potencial para reducir la pobreza dos veces más rápido que ningún otro sector. Los gobiernos y las instituciones internacionales en África deben reconocer ese papel fundamental que puede desempeñar la agricultura en sus programas de crecimiento económico; y deben corregir la disminución de la inversión pública que se había producido en la agricultura durante los tres últimos decenios.
Como
es sabido, África dispone del 65% de la tierra arable sin cultivar. Una
explotación óptima de este espacio ahorraría unos 50 mil millones de dólares
que los países africanos pagan cada año para (mal) alimentar a sus poblaciones.
Y la autosuficiencia alimentaria continental sólo será posible si se supera el
poco dominio de la técnica de irrigación, se corrigen las políticas agrícolas
aberrantes que se aplican en el continente y se implican a los jóvenes en el
sector.
Pues,
los agricultores africanos son, en su mayoría, minifundistas; cultivan parcelas
muy reducidas y suelen carecer de sistemas fiables de regadío y de recursos de
calidad, como, por ejemplo, semillas y suplementos para la tierra. Raras veces
ganan lo suficiente para invertir en la maquinaria que necesitan y tampoco
pueden obtener financiación. Luego, las políticas agrícolas que se aplican
tampoco ayudan: África pasa por ser el continente que produce lo que no demanda
e importa lo que realmente consume. Es decir, produce café, cacao, algodón etc.
que no consume, e importa arroz, leche, tomate, azúcar…que sí consume.
Finalmente, la edad media de los campesinos
africanos es de 65 años. En la perspectiva de los próximos 20 años, el tema es
vital porque, en este período de tiempo, si África no hace lo correcto, no
tendrá a nadie ni a suficientes agricultores para garantizar producción
agrícola.
Así,
la agricultura sigue siendo un asunto pendiente. Y un crecimiento sostenido y
de base amplia en África no puede tener lugar sin un crecimiento sostenido de
la agricultura que fortalezca el empleo y los ingresos de la gran mayoría de la
población activa. No hay que perder de vista que la agricultura representa hoy el
60% del empleo y tan sólo 15% del PIB africano.
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