lunes, 18 de junio de 2018

Botsuana, la excepción africana

La maldición de los recursos, también conocida como la paradoja de la abundancia, explica que países y regiones con una abundancia de recursos naturales tienden a tener un menor crecimiento económico y resultados de desarrollo peores que los países con menos recursos naturales. Sin embargo, existen excepciones; y en África, se llama Botsuana.

Año tras año, y en casi todos los índices que se publican, este país de África austral se consolida como un verdadero caso de éxito de desarrollo económico y humano en el continente; y eso que posee enormes depósitos de diamantes y vastas zonas vírgenes de desierto, donde los grandes felinos y elefantes andan libres como en buena parte de los países vecinos.
La clave está en unos gobiernos prudentes, en la estabilidad política y en una visión a largo plazo. Una gerencia sabia llevada a cabo por los líderes de Botsuana ha hecho que el país evite la «maldición de los recursos» que ha llevado a desperdiciar riqueza mineral y belleza natural en otros lugares del continente.


Los dos primeros presidentes del país, Seretse Khama y Ketumile Masire, a diferencia de sus colegas africanos, se marcaron como prioridad el desarrollo social por encima de intereses personales. Usaron la ayuda internacional para el desarrollo y los crecientes ingresos por los diamantes para invertir fuertemente en servicios sociales como la salud y la educación. A pesar de que buena parte de la población sigue estando por debajo del umbral de la pobreza, los resultados son reconocibles: tasas de salud y alfabetización muy altas, la asistencia a la escuela primaria es superior al 90 por ciento, caída imparable de índices de pobreza, etc.

El consenso ha sido la forma de gobierno que ha caracterizado a Botsuana desde mucho antes de la independencia, mientras que en la región los conflictos y las guerras desangraban y destruían pueblos enteros. Esto podría explicarse porque algunas instituciones nativas previas a la colonización siguen siendo parte esencial del funcionamiento actual, y se mantuvieron incluso mientras Botsuana fue un protectorado inglés. Una de ellas es la kgotla, una asamblea étnica donde se discuten y se toman decisiones consensuadas sobre aspectos políticos y legislativos que afectan a la comunidad de forma colectiva. El debate es guiado por las autoridades tradicionales y está prohibido interrumpir; además, la jefatura no es estrictamente hereditaria, sino que está abierta a cualquier hombre que demuestre una capacidad significativa. Esta institución fue la base para asimilar el pluralismo en el sistema político posterior a la independencia mientras la mayoría de países del entorno caían en el autoritarismo.

Se dirá que el país no ha diversificado su economía, que depende del turismo y de la extracción de diamantes; que empiezan a aflorar casos de corrupción; o que no ha habido una distribución uniforme de los frutos del desarrollo y crecimiento económico. Sin embargo, lo que nadie dudaría es que Botsuana es, de momento, una excepción en África.

Texto original en Mundo Negro



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