En el mes de mayo pasado, el presidente de la fundación Derandein, Kepa
Azarloza Goiria, visitó la República Democrática del Congo por invitación de
nuestra asociación Tracaf. Recogemos aquí sus impresiones después de dicha visita
Cuando uno llega al aeropuerto de
N-Djili en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, y se superan las dificultades aduaneras, el
traslado a la ciudad se hace por una ancha avenida que ofrece al visitante una primera buena
impresión, pero al llegar a la ciudad uno constata la realidad del país.
A la República Democrática del Congo no llega el turismo, no se quiere turismo. Llegan empresarios, más bien ejecutivos, de empresas principalmente dedicadas a la minería. La RDC tiene importantes reservas de cobalto (mayor productor del mundo), diamantes (segundo productor del mundo), cobre (de los mayores productores del mundo), oro, coltán, estaño, casiterita, etc., explotadas por compañías americanas, Inglesas, francesas, belgas, etc. principalmente. Y está claro que toda esa riqueza no está bien distribuida cuando uno de los países más ricos del mundo tiene una renta per cápita de 500 € año.
Kepa con los niños del colegio Covadonga /Tracaf en Kinshasa |
El Estado no ofrece servicios sociales
adecuados: las escuelas y hospitales públicas son muy deficientes y con poca
diferencia en cuanto a cuotas de pago con respecto a las privadas. La función
de las iglesias cristianas y ONGs es crucial en educación, sanidad y
alimentación, si bien no pueden alcanzar a cubrir más que un reducido
porcentual de niños. El presupuesto de una escuela que visitamos de 710 niños,
con 30 profesores, 1 coordinador y 2 vigilantes, con alquiler del inmueble
incluido, es de unos 50.000 € año. La media de hijos por mujer es de seis niños
y la población en su mayoría subsiste
del pequeño y a veces ambulante comercio.
Hay un caso curioso, por llamarlo
de alguna manera, en la RDC. Se trata de la brujería que se extiende de forma
alarmante por el país. Pastores o chamanes están adquiriendo gran poder de convocatoria ante un pueblo
ignorante ávido de recibir consuelo y promesas de un futuro transcendente
mejor; y es práctica habitual culpar de brujería a algún miembro de la familia,
generalmente niñas adolescentes, de ser las causantes de cualquier mal que
aqueje a la familia. Esto significa el
repudio a la niña que es expulsada de casa y forzada a vivir en la calle donde
sufre toda clase de vejaciones.
En Kinshasa existe una zona, a
orillas del rio Congo, donde están las embajadas y residencias de las élites y
2 hoteles de cinco estrellas, el Kempinski y el Pullman; todo ello custodiado
por numerosos grupos de soldados que hacen guardia continúa en la zona. En otra
zona, están los edificios de los bancos y algunas empresas, generalmente
extranjeras, y el resto de una ciudad de 12 millones de habitantes poco o nada
tiene que ofrecer.
La guerrilla se ha perpetuado en
zonas de país dicen que promovidos, como siempre, por intereses espurios, y por
otra parte el fatídico évola que se deja ver de vez en cuando, aunque los
autóctonos dicen que es perenne en algunas zonas del Congo. En ésta ocasión -finales
de mayo-, aunque la OMS y las ONGs
habían actuado con celeridad, estaban preocupados porque los brotes habían
surgido a orillas del rio Congo y su tráfico de mercancías y gentes hacían
difícil el aislamiento de la enfermedad.
Es doloroso ver las condiciones
en las que viven los congoleños: se estima en un 15% de la población de gente
muy acomodada y otro porcentual desconocido de clases medias (standard
congoleño); el resto de la población subsiste con rentas que apenas alcanzan el
dólar por día, sin expectativa de un futuro mejor. Es tremendo asumir que uno
de los países más ricos del mundo en recursos minerales, tenga una de las
rentas más pobres de la Tierra.
Últimamente, reconocidos
analistas económicos se muestran más incisivos en sus artículos, y están
pasando de sus fríos informes sobre la situación macroeconómica y las
dificultades de cambio debido a las circunstancias prevalentes, a cuestiones de
contenido social práctico; y hace unos días nos sorprendían con comentarios a
favor de una mayor intervención de Bruselas en relación con la entrada de
emigrantes y refugiados en Europa,
proponiendo el desarrollo de estructuras empresariales que generen trabajo en
los países de origen de los emigrantes.
El comentario para quien
acostumbra a visitar el África Subsahariana y conoce su realidad, es emotivo,
ilusionante; pero se nos hace utópico en lo simple de la exposición, habida cuenta del márchamo de la economía
globalizada y específicamente por la
intervención de las corporaciones en los países a los que nos referimos.
Bruselas tendría que empezar por poner firme a las multinacionales que actúan
en el África Subsahariana, porque, puede ser cierto que factores tribales ejerzan una influencia
negativa en la estabilidad de dichos países, pero si encima les proveemos de
armas y corrompemos a sus élites económicas y políticas a cambio de facilidades en la compra de
materias primas, ¡no hay solución posible! Y es que los europeos tenemos un
plus en nuestras rentas a costa de la miseria de ciudadanos de países con
inmensas riquezas en su subsuelo, que pasan a precios ventajosos a nuestras
economías.
Kepa Azarloza Goiria,
Gran responsabilidad la de los paises occidentales, que miran para otro lado. Ojalá se levanten muchas voces, como la de la fundación Derandein, por ellos!
ResponderEliminar