En los
últimos días los medios de comunicación vienen prestando una atención especial,
y alentadora, a Senegal por las elecciones de mañana, día 26 de febrero.
Nosotros también nos hemos hecho eco de esos comicios y de la polémica
en torno a la candidatura de Abdoulaye Wade.
Desde que la
“cuestión Senegal” surgió, hay una pregunta que me acompaña: ¿por qué nos
fijamos tanto en Senegal y no hicimos lo propio con Gambia, ese pequeño país
que parece un bolsillo profundo en el vientre de Senegal, cuando celebró elecciones
presidenciales hace tres meses?
¡No será que
sólo nos interesa más lo que ocurre en países con importantes recursos y mayor proyección, que en lo que pasa en países
sin materias primas!
Sino no se
entendería el hecho de que existan dictaduras “olvidadas”, “sepultadas”, como
Eritrea o Gambia, que celebran también elecciones, y que apenas se hable de
ellas.
Hay que
recordar que el pasado 24 de noviembre, los gambianos fueron llamados a las
urnas para elegir a su presidente. Fueron unas elecciones de cara a la galería.
Ya de antemano, la victoria del ex líder golpista y presidente del país desde
hacía 17 años, Yahya Jammeh, estaba cantada. La Comunidad Económica de los
Estados de África Occidental (CEDEAO) había decidido boicotear las elecciones y
no enviar una misión de observadores.
Según la
CEDEAO, los preparativos y el entorno político no garantizaban "unas
elecciones libres, justas y transparentes" ya que los medios estatales
están controlados por el partido de Jammeh y existe una estricta censura sobre
la prensa independiente. La CEDEAO ha denunciado también la falta de
neutralidad de varios órganos del Gobierno de Gambia, especialmente de la
Comisión Electoral Nacional.
Jammeh se
alzó con una aplastante victoria en los comicios, donde consiguió el 72 por
ciento de los votos, prolongando así, un mandato más, su dominio en el pequeño
país africano.
Quitando las
críticas de la CEDEAO, pocas instituciones internacionales se interesaron por
aquellas elecciones; y en los medios, solo aparecieron notas de agencias. Por
tanto, poca repercusión internacional.
Sin embargo,
debemos recordar que el pueblo gambiano está viviendo bajo una dictadura atroz.
Yahya Jammeh tiene todas las
características de un dictador delirante, imprevisible y violento. Violento:
prometió cortarles la cabeza a los homosexuales para limpiar la sociedad gambiana.
Paranoico: porque dice estar dispuesto a matar a quien intentara desestabilizar el
país, empezando por los defensores de
los derechos humanos y los periodistas. Delirante: se considera curandero,
con capacidad para curar el SIDA, la
hipertensión, la diabetes, el asma…
La posición
de la comunidad internacional sobre Gambia no es sorprendente, sobre todo si
tenemos en cuenta que este país no posee grandes recursos naturales. Su única
fuente de ingresos es el turismo, y en
la pesca, en menor medida.
Mientras tanto, hace tiempo que muchos gambianos, cuyo país se conoce con el símil inglés de “smiling coast”, perdieron la sonrisa.
Mientras tanto, hace tiempo que muchos gambianos, cuyo país se conoce con el símil inglés de “smiling coast”, perdieron la sonrisa.
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