En los últimos días, Senegal ocupa un espacio importante en los medios españoles; no por el fenómeno migratorio o por catástrofes naturales, sino porque un señor quiere participar en un proceso electoral que se avecina y parte importante de sus paisanos se oponen. ¿Qué está pasando en realidad?
Todo arranca en el año 2000. En marzo de ese año parece soplar un viento de esperanza en Senegal: el opositor histórico, Abdoulaye Wade llega al poder. En este contexto de optimismo y de esperanza hace aprobar en referéndum una nueva Constitución en 2001, marcadamente progresista y democrático, que limita en dos los mandatos presidenciales y reduce la duración de los mismos de siete a cinco años. Una vez en el poder y después de saborearlo un tiempo, Wade empieza a modificar la Constitución: ¡17 modificaciones en 10 años!
En 2007, después de su reelección, Wade declara que, conforme a la Constitución, estaba en su último mandato. Pero la sorpresa salta con la proximidad de las elecciones del 26 de febrero de 2012. El presidente, de 85 años, dice ahora que su primer mandato no debe ser tenido en cuenta porque empezó bajo la antigua Constitución.
De ahí que la oposición y la sociedad civil hayan hecho frente común contra su candidatura, recurriendo al Consejo Constitucional. Sin embargo, el Constitucional, compuesto por jueces nombrados por el Presidente Wade, resolverá el pasado 25 de enero a favor de éste último, e invalidar la candidatura del cantante Yossou N’dour que le podría arrebatar el poder. Y el país, desde entonces, vive una auténtica crisis política y social, con manifestaciones y disturbios.
Sea cual fuera el resultado final de los acontecimientos, nada será igual en Senegal y, probablemente, en la región. El pueblo parece haberse despertado y exige respeto a sus dirigentes. Aquí ya no vale aquello de hacer y deshacer al antojo del dirigente del turno, y hay que respetar las reglas de juego. Además, si resultase elegido, Wade no gobernará con absoluta tranquilidad como lo ha hecho hasta ahora, y deba recurrir en más de una ocasión al fusil y a la bayoneta (esperemos que no). Y lo más grave y triste en esta situación, es que Wade haya arrastrado en su caída en desgracia a muchas personas e instituciones del país que pierden credibilidad ante los ciudadanos. Y, así, la esperanza de 2000 se convierte en pesadilla en 2012.
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