lunes, 14 de noviembre de 2011

¿Habrá crisis postelectoral en la República Democrática del Congo?

Una breve ojeada de la prensa congoleña (Le Potentiel, La Prospérité, La Page, L’Avenir, Le Phare…) y de los medios internacionales que se han ocupado de dicho país en los últimos días (Jeunne Afrique, RFI, Africa nº1, la Voix de l’Amérique…) da la impresión de que la cita electoral del próximo 28 de noviembre puede desembocar en una crisis.

En este país, de dimensiones continentales, cerca de 32 millones de electores están llamados a las urnas en 62 mil colegios electorales. Para las elecciones legislativas de ese día, los 19.000 candidatos se disputarán los 500 escaños. Y en las presidenciales, 11 candidatos. ¡Un verdadero desafío logístico! La Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) asegura que las urnas vendrían de Alemania, las cabinas de Líbano, los kits electorales de China, las papeletas de Sudáfrica…

Fundamentalmente dos son las cuestiones que presagian una posible crisis postelectoral: la manipulación del censo electoral y la crisis social.

En cuanto a la manipulación del censo electoral se refiere, éste parece contener algunas sorpresas y sospechas. En cinco años, el número de electores ha pasado de 25,7 millones a 32 millones; es decir, un aumento del 25%, muy por encima del crecimiento demográfico. Además, esta circunstancia se da fundamentalmente en los feudos del presidente saliente y candidato, Joseph Kabila: Katanga (+31,5%), Maniema (+39%), Nord-Kivu (22%), Sud-Kivu (+21,5%), Province Orientale (+19,5%). La provincia de Kinshasa, la más poblada y considerada hostil a Kabila, sólo crece un 11%. Esto explicaría el empeño de la oposición en que se revisase el censo electoral, y las manifestaciones a diario que recorren las calles de la capital congoleña.

La crisis social que atraviesa y soporta el país, por otra parte, no augura nada positivo. El Congo dispone de recursos humanos, agrícolas, culturales e hidráulicas extraordinarias; pero, por diversas razones históricas, políticas y de gestión económica, el país está empobrecido y se encuentra en el último puesto del Índice de desarrollo humano (Informe sobre Desarrollo Humano 2011). A pesar de algunos logros, como una tasa de crecimiento en torno al 5%, una inflación por debajo del 15%, un esfuerzo en la liquidación de la deuda externa, el balance del mandato de Kabila es desastroso en lo social: una tasa récord de paro de casi el 90%, una tasa de escolarización por debajo del 50% (con la consiguiente extensión del fenómeno de “niños de la calle”), ausencia total de sistema de salud para la población, un inexistente sistema de transporte público en las grandes aglomeraciones, incomunicación entre regiones y ciudades por falta de infraestructuras, la inseguridad alimentaria en muchas regiones, la falta de seguridad ciudadana (los que deberían proteger a los ciudadanos, entiéndase los policías, son los primeros en atemorizar y robar al pueblo), la falta de libertad de expresión (todo periodista, partidario de la oposición es enemigo del poder)…

De ahí, la necesidad de la intervención de todos los actores para que el país no caiga, más todavía, en el caos: urge cordura por parte de los políticos, colaboración de las confesiones religiosas tan presentes en la vida de los congoleños y cooperación de las instituciones internacionales en este mundo globalizado. Para que este país salga adelante, hace falta voluntad política, sentido del bien común y un poco de patriotismo, porque medios tiene de sobra.

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