martes, 3 de marzo de 2020

África y el “efecto Mateo”

La memoria, como se suele decir, es selectiva; y como consecuencia de esa selección  solemos recordar aquello que tiene mayor significado para nosotros, y nos olvidemos de todo lo innecesario o superfluo. Traigo a colación esto porque, hace bien poco, en una comida de reencuentro de antiguos compañeros de promoción de la facultad de Sociología de la Universidad Pontificia de Salamanca, comprobé que, si bien estábamos de acuerdo en muchos hechos objetivos que sucedieron durante nuestro lustro de aprendizaje en tan noble institución académica, cada uno de nosotros, en cambio, recordaba anécdotas y contenidos de asignaturas de  manera singular. 

Lo digo porque en aquel reencuentro intenté, en vano, que mis antiguos colegas recordaran la teoría del “efecto Mateo”, que un día nos explicó Juan Gonzalez-Anleo (in memoriam), y que para mí fue de lo más interesante que oí en aquellas clases. Este sabio profesor,  que inculcó en nosotros el amor por el análisis social y nos abrió el camino a la profesión con su Introducción a la Sociología, nos explicó, con relación al reparto de la riqueza, que existe una explicación atribuida a Robert K. Merton que, a su vez, se inspiró en el misterioso versículo del Evangelio de San Mateo (capítulo 13, versículo 12; que se repite luego en el capítulo 25, 29). Según este evangelista, Jesús afirmó que “al que tiene se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene se le quitará aun lo que tiene”. 

Es el “efecto Mateo”, o el “mateazo” como lo denominaba nuestro profesor, que basándose en este pasaje intenta explicar la atribución y distribución inequitativa de los recursos y  beneficios materiales e inmateriales. A través de esta teoría sociológica se describe de una manera meridianamente clara “la ciega crueldad de este mundo que acumula halagos y prebendas en los poderosos pero persigue implacable a los caídos en desgracia hasta romperles los lomos” como decía una escritora bien conocida.  

Por mi procedencia, tanto de un país económicamente subdesarrollado como de una familia muy humilde, esa teoría me impactó profundamente; a mis compañeros parece que no tanto. Aun hoy sigo dándole vuelta a la misma, sobre todo en la era de la globalización actual donde el que tiene menos es despojado de lo suyo que, paradójicamente, se entrega al que más tiene. Y esto ocurre no solamente entre individuos sino también entre países: mientras unos acaparan toda la atención planetaria, otros están relegados al último lugar, marginados y fuera de toda agenda internacional, esquilmados en recursos materiales e inmateriales.

Y es lo que les ocurre a los países africanos. Las cifras de los intercambios comerciales demuestran que el resto del mundo se beneficia de su riqueza aunque los gobiernos de los países ricos, en una maniobra de distracción y engaño, cuenten a sus ciudadanos que los programas de cooperación les están ayudando. Hay mucha más riqueza abandonando el continente más pobre del mundo que la que ingresa. De ahí que el “efecto Mateo” esté de actualidad y siga siendo un asunto pendiente.



(Este artículo fue publicado, en un formato más breve, en este mismo blog el 2 de septiembre de 2011 y parece que nada ha cambiado).





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